Un horario no solo trae consigo la regulación del sueño y de las funciones fisiológicas, sino que garantiza la calidad del descanso y generará resultados satisfactorios durante la jornada diurna, pues el comportamiento y rendimiento en las actividades realizadas será provechoso
El sueño es una de las funciones fisiológicas más importantes del cuerpo humano. Durante este periodo, en el que el cuerpo permanece en reposo, el cerebro no se encuentra inactivo del todo, por lo que ocurren una serie de procesos vitales en nuestro sistema biológico: liberación de toxinas, estimulación del sistema inmune, reenergización del organismo para cumplir con las actividades del día de forma eficiente, entre otros.
Para regular nuestras funciones, el cerebro se guía mediante un reloj biológico: el ritmo circadiano, que comprende cambios físicos, mentales y conductuales a los que el cerebro es capaz de responder; por ejemplo, durante el día, la luz solar activa nuestras funciones y nos mantiene en estado de vigilia, mientras que la glándula pineal aumenta la segregación de melatonina e induce al sueño a medida que disminuye la cantidad de luz en el ambiente.
La glándula pineal aumenta la segregación de melatonina e induce al sueño a medida que disminuye la cantidad de luz en el ambiente
Durante el sueño, el cerebro alterna entre dos fases: el sueño lento no REMy el sueño de movimientos oculares rápidos REM. El sueño no REM dura la mayor parte de la noche y está asociado al descanso, es un periodo de recuperación en el que el ritmo cardíaco es bajo y el cuerpo se relaja; por su parte, en la fase REM se producen los sueños y los ojos mantienen un movimiento rápido, también se acelera el ritmo cardíaco.
Las dos fases se suceden durante la noche y pueden llegar a completar entre 5 y 7 ciclos durante el sueño. Cada vez que se alternan se completa un ciclo. El cumplimiento a cabalidad de las horas de sueño requeridas es de vital importancia, pues durante este periodo tiene lugar uno de los procesos cruciales en el desarrollo infantil: la liberación de la hormona del crecimiento.
Debido a la importancia de esta función en los primeros años de vida, debemos tener en cuenta que a menor edad mayor es la cantidad de horas que el cuerpo requiere para descansar, por tanto, se estima que un niño en edad comprendida entre los 3 y 5 años, duerma un promedio de 10 a 12 horas diarias; mientras que el promedio entre los 6 y 10 años es de 9 a 10 horas al día, media recomendada también en la adolescencia, por ello, debemos fijar horarios que se adecuen a las horas que su cuerpo necesita para descansar y cumplir con sus compromisos académicos de manera satisfactoria.
Debemos fijar horarios que se adecuen a las horas que su cuerpo necesita para descansar y cumplir con sus compromisos académicos de manera satisfactoria
Un horario no solo trae consigo la regulación del sueño y de las funciones fisiológicas, sino que garantiza la calidad del descanso y generará gratos resultados durante la jornada diurna, pues el comportamiento y rendimiento en las actividades realizadas será provechoso.
A pesar de ello, los niños tienden a acostarse un poco más tarde de lo acostumbrado durante las vacaciones, lo que desajusta el horario de sueño habitual. Para volver a la rutina, es necesario que días antes del inicio de clases los niños se preparen para acoplarse nuevamente al ritmo escolar, de manera que su rendimiento escolar no se vea afectado, pues la práctica de hábitos inadecuados a la hora de dormir provoca falta de sueño y, a su vez, alteraciones que inciden negativamente en el entorno familiar y educativo, ya que el niño será propenso a presentar irritabilidad, ansiedad y déficit de atención; la memoria, el lenguaje y la capacidad de autocontrol también resultan afectados. Asimismo, no dormir las horas necesarias por un periodo prolongado impacta en la capacidad de respuesta del sistema inmunológico y harán al pequeño más vulnerable a las enfermedades.
Los niños tienden a acostarse un poco más tarde de lo acostumbrado durante las vacaciones, lo que desajusta el horario de sueño habitual. Para volver a la rutina, es necesario que días antes del inicio de clases los niños se preparen para acoplarse nuevamente al ritmo escolar
Ante todas las posibles repercusiones que pueda tener la falta de sueño en el desempeño de las actividades diarias, es necesario que se establezcan —o refuercen— conductas y hábitos que nos ayuden a mejorar la calidad de vida, y lo mejor es implementarlas desde temprana edad para velar por la salud y bienestar de los más pequeños de la casa. Por ejemplo, levantarse y acostarse a una misma hora, dejar que la luz del sol entre al dormitorio, hacer ejercicios de bajo impacto durante el día o alguna actividad extracurricular, reducir bebidas que contengan cafeína, evitar las siestas prolongadas (no deben pasar de 30 minutos), comer al menos dos horas antes de ir a dormir (evitar las comidas abundantes), son algunas de las conductas que podemos considerar para procurar un sueño reparador y la calidad de vida de nuestros hijos.